miércoles, 2 de octubre de 2019

Habitable.

Mi cuerpo es un castillo en ruinas, perdona el desorden, no esperaba que nadie abriese la puerta, la última vez que la cerraron, el portazo fue tan fuerte que me dejó a solas con mi silencio, le di la bienvenida como si de un amable huésped se tratase, tantas veces que en ocasiones no se quiere marchar e inunda todas las paredes.

Perdona el desastre, aún no he terminado de amueblarme, todo estaba tan descolocado que intento hacer que vuelva a su sitio, o quizá buscarle uno mejor, uno donde entre más luz, no recordaba la última vez que se abrió una ventana.

Solían decir que se trataba de un castillo encantado, pues por aquí solo paseaban fantasmas, se habían instalado para quedarse, pero poco a poco los voy desterrando, este sitio vuelve a ser habitable y no queremos sustos. Gracias por la ayuda, algunos requieren la fuerza de dos porque ya me han robado mucha durante años.

A veces, destiñe azul, pese a haber pintado todo de otro color, se resiste a renunciar a su recuerdo. Nada que otra capa de pintura no arregle. He tapado, también algunas goteras, en otras, el agua nunca deja de caer, a veces tengo que mantenerme a flote porque mis pies no son capaces de tocar el suelo, otras nado para resistirme. Gracias por querer mojarte conmigo y traer el color.

El suelo solía crujir, andar por aquí se hacía insoportable, cada paso era pesado y ruidoso, un ruido que nunca dejaba de sonar, muchas veces paseaban todos los fantasmas a la vez y no se podía escuchar nada más que ruido, ahora mismo tan solo es un eco tenue, solo como una onda que se escucha de fondo, espero que no te moleste al dormir.

No es la primera vez que se derriba, ya lo había hecho muchas otras veces antes, puede que notes los desperfectos pues se ha reconstruido tantas veces que ya nunca podrá parecer nueva, como tapar una tirita con otra tirita, con otra tirita…Gracias por hacer que se cure.

Perdona por la humedad, esto ha estado cerrado a cal y canto, no paraba de inundarse cada vez que lloraba, al final tuve que dejar de llorar para empezar a resignarme.

La chimenea aún sigue funcionando, he limpiado toda la ceniza y solía darme calor las noches en las que el invierno se te mete en los huesos hasta en verano. Gracias por avivar el fuego y refugiarte en su calor, cada vez es más intenso.

Ahora todo vuelve a estar iluminado, nada de bombillas rotas ni persianas bajadas, esto estaba tan descuidado que el polvo había inundado hasta el último recoveco. Gracias por mantenerlo tan limpio que hasta he conseguido observar mi reflejo, había olvidado como era mirarme a los ojos y reconocerme.

Ahora las risas resuenan en el salón, la cocina huele a bizcocho recién hecho, los pájaros tararean su sintonía en el alféizar de la ventana, ha crecido todo un campo de flores en el jardín, el suelo ya no cruje, la chimenea calienta más que nunca, todas las noches duermo abrigada y descanso sin cansarme, me despierto con chocolate caliente y tostadas recién hechas, la puerta abierta de par en par, dejando pasar a las cosas buenas, los sofás vuelven a ser cómodos y la televisión ha vuelto a funcionar, he adornado las paredes de cuadros, espero que no te importe, el arte siempre debe abrirse paso frente a todo lo que duele.

Las reformas son duras pero lo bueno que tienen es que un día acaban, y sientes que todos los esfuerzos por hacer de aquel lugar un sitio bonito y acogedor han valido la pena, porque una vez instalado solo puedes mirarlo y pensar en una palabra: hogar. Gracias por construir un hogar conmigo.

Gracias por quedarte y llenar de vida este lugar, gracias por volver a hacerlo habitable.


sábado, 21 de septiembre de 2019

Última versión de ti.

Me miro al espejo y poco queda de la inocencia que relucía 
cuando aún era yo quien abrazaba fuerte todas las noches aquel peluche al que tanto quería, 
ahora es el miedo quien viene y me abraza todas las noches a mí, 
cuando eran otros ojos los que miraban, más limpios, más serenos, menos rotos.

Hace tanto tiempo ya que parece que ni siquiera se trataba de mí, 
tan solo una versión que desconocía todo aquello que no se llamase felicidad. 
Sonrío, pero no es una sonrisa, es una cicatriz bien llevada.

Trato de encajarme los huesos en el espejo antes de salir, 
un minuto antes de darme cuenta de que no es que me quiera ir, 
es que ya no sé estar en ninguna parte.

Todos aprendemos en algún punto a vivir hechos de huecos vacíos, 
el problema es que ya no sé donde se encuentran los llenos, 
tampoco sé como llenar los demás.
El primer vacío lo llené de ignorancia,
  el segundo de dolor, 
    el resto solo de indiferencia.

“Yo creía que esto trataba de sentirse vivos, no de no sentir.”
-pienso mientras trato de arreglarme el pelo desaliñado, que no me peino desde hace tiempo-.

Inconscientemente miro mi muñeca, 
pero caigo en la cuenta de que tiré todos los relojes 
el día que supe que de nada serviría la prisa cuando nadie te esperaba.

Camino entre lo que se me antoja como pólvora mojada y platos rotos, 
destino al único lugar que sé que me entiende.
A veces no me siento habitante del mundo, 
pues cuanto más lo necesito, más me aparto de él. 

“¿A dónde ir cuando entre la gente ya no te reconoces?” 
-pienso mientras mis pies caminan como si tuviesen incrustado aquel recorrido 
y la gente pasase a mi lado ajena a cualquier tristeza-.

La culpa resonando en mi cabeza como si se tratase de una vieja canción 
que ha dejado de sonar pero aún tarareas porque la canción duele.

“El ruido de la ciudad ayuda, 
hace que apenas pueda escuchar el de mi cabeza, 
aunque sigue siendo demasiado ruido para tanta soledad”. 
-pienso mientras trato de recordar la última vez que sentí algo parecido a la paz mental-.

“Ojalá nunca sientas lo que es llegar tarde a la vida de alguien”
-me dijeron una vez mientras cerraban la puerta de esto a lo que llaman corazón con un portazo. 
Pero, ¿qué pasa cuándo es tu vida a la que llegas tarde? ¿Y si nunca llegas?-.

Es difícil cuando ni siquiera tienes una meta a la que llegar, 
y ya desacostumbrarse es mucho más duro que acostumbrarse.
Es difícil cuando te encierras en un lugar que ya nadie habita.

Amplio y con una increíble gama de azules aparece ante mí el mar,
por un breve momento siento el éxtasis que se siente al observar las cosas bellas y eternas. 
Y recuerdo todos los momentos que su agua salada supo curarme más que las lágrimas. 

“Respira, que aún queda aire” 
-pensaba mientras me sumergía dejando que las olas inundaran todos mis sentidos. 
El mar siempre tiene un hueco para los que no son de ningún sitio.-

Saco la botella que tenía en mi bolsillo, 
le doy el último trago e introduzco un único mensaje de despedida, 
una carta que flotará en el olvido, 
con suerte, 
alguien en otra parte del mundo lea estas palabras en voz alta convirtiéndolo en recuerdo, 
que es la mejor manera de regresar.

“Me encontrarás mirando el desastre en el que me he convertido”.

Enrollo el papel y lo introduzco con la poca seguridad que me queda en la pequeña botella de cristal.

“Cuando te vayas, recuerda por qué huyes, eso te hará no querer volver.” 
-pienso mientras la arrojo al mar junto con mi último aliento, 
quizá para convencerme a mí misma, 
quizá para darme un último empujón, 
quizá para justificarme.-

Miro al cielo y recuerdo cuando fui una nube, ahora tan solo soy un charco después de la tormenta.

Emprendo el camino de vuelta,
¿vuelta hacia dónde?, 
mientras pienso en el miedo que le tenemos a la muerte, 
como si vivir no hubiese sido ya una experiencia aterradora.

Llego a aquel conjunto de cimientos que sostuvieron mi casa pero no construyeron un hogar. 
Dejo los muebles como estaban, 
reordeno por cuarta vez mi habitación, 
y me enciendo junto a la ventana el cigarrillo de después de haber rociado mi vida con gasolina, 
con la certeza de quien sabe que ya no necesita huir; 
si no desaparecer.

Abro el cajón y me armo del valor que no me queda;

“Tengo balas, pero esta vez son para mí”. 
-pienso mientras aprieto el gatillo-.



“No es cruzar lo que te mata, es lo que dejas tras de ti, que sé con toda claridad que ya no me perseguirá”
-pienso mientras siento como me desvanezco y una botella vaga sin rumbo hacia horizontes que ya no descubriré-.

martes, 22 de enero de 2019

Error 404.


Sabes que algo nunca ha funcionado bien del todo,
cuando ríes al llorar como si llorases por reír.
Cuando el dolor se transforma en algo más profundo y oscuro
que no sabrías explicar.

Hace tiempo que decidí romper con el mecanismo,
para olvidar que una vez hubo engranaje.
Para olvidar que hubo un tiempo en el que el mundo giraba solo si tú sonreías.
Duermo cada noche abrazada a un futuro incierto, y un presente por determinar.
Me detengo a observar los destellos de los aviones que sobrevuelan mi cabeza,
buscando un billete de ida hacia el olvido.

Juego con todo lo que me hace daño como si el cielo tampoco quemase.
Como si no importara ganar o perder, soltar o permanecer.
Como si las reglas ya estuviesen pactadas justo antes de entrar al juego.

Pidiendo a todas las estrellas fugaces que se queden un rato más.
Reto al puro desafío de enfrentarme a mis demonios como si no fuesen en realidad ángeles caídos.
Como si no fuese a echarlos de menos.
Como si no fuese a dejar de echarte a ti.

Camino entre el vértigo que me da saber todo lo que no fui capaz de ser,
todo lo que no fui capaz de luchar,
por haber hecho de mi vida mi campo de batalla,
y no saber diferenciar cuando mato de cuando me matan.
Por crear un adversario en el espejo a quien culpar de cada derrota,
pero sin reconocerle las victorias.

Guardo cicatrices como trofeos, las heridas como puertas, 
sin saber diferenciar cuando vengo de cuando voy.

Me ahogo siempre en un mar de dudas, 
sabiendo que las razones siempre han estado escondidas entre los charcos.
He ido hasta el fondo del puto océano para descubrir que simplemente estaba flotando.

Busco un faro que más que iluminar la oscuridad, la resalta.
Una fotografía quemada que más que mostrar la realidad, la distorsiona.

Darme cuenta que si alguna vez ardí, no fue por tu fuego, si no por mi frío.
Si alguna vez te perdí, fue porque nunca me ganaste.
Si alguna vez te quise, fue porque era mentira.

Rompo con todo lo que no pude arreglar, 
solo para buscar los restos de lo que fui en los pedazos.
Encontrando solo vestigios de un ayer que nunca fue mío.

He desenterrado partes de mi cuerpo que enterré 
solo para mantener el de otros vivo, 
y planté flores en las ruinas.

Dejé de reconocerme cuando mi propio reflejo dejó de reflejarme.
Y el reencuentro surgió a través de los cristales rotos que pisaba.

Me incendié solo para ver mis miedos arder,
y convertí en arte las cenizas.

Viví con la intensidad con la que se viven las cosas que no son eternas,
y prometí no volver a morir dos veces en el mismo lugar.

Y aquí sigo, respirando.
Como si la vida nunca acabase porque en realidad, 
nunca ha empezado.