sábado, 10 de diciembre de 2016

Recuerdos.

Aviso: Este escrito puede herir su sensibilidad, o tal vez, solo la mía.

Llevo días luchando contra este recuerdo,
y quizá la manera más correcta de apaciguarlo sea escribiéndolo.

La última vez que te vi subías a aquel tren, acabábamos de despedirnos, 
lo que no sabía es que fuese para siempre,
que aquella fuese realmente la última vez.
Fue entonces también la última vez que te besé y pude mirarte a los ojos.
La última vez que nos dijimos bajito lo mucho que nos queríamos.

Justo antes acababa de darte una sorpresa (o intentarlo), 
salí sin llaves y ocasionando todo mi desastre,
pero no me importaba nada que no fuese decirte adiós por última vez,
y vaya si lo fue. Lo que no sabía es que esa vez duraría el resto de mi vida.

Nunca había estado tan fuera de mí misma como entonces,
te juro que en esos momentos era totalmente tuya.
Mi cuerpo decidió abandonarme para habitar el tuyo.
Y no había absolutamente nada que pudieses hacer mejor,
o que pudiese ser más perfecto.

Me dijiste tantas veces que me querías, que mira por donde,
hasta me lo creí,
no volví a dudar ni una sola de sus letras,
lo que solo ha servido para empeorarlo todo.

Y como siempre, prometimos vernos pronto.
Un pronto que acabó por caducarse.
Puedes llevártelo, no me queda nada más que esperar de él.

No te habías ido y ya te echaba de menos,
de todo lo que cambió lástima que eso no cambiase.

Te vi marchar con la esperanza muerta de volver a verte.
Y buscando tu mirada una vez más,
entre los cristales,
nos dijimos, sin saberlo,
adiós.

Ese día volví flotando en una nube que se transformó en tormenta,
y sigue precipitándose encima de mí.

No sé en qué momento esta X se convirtió en una cruz.
Por la que tanto me sacrifiqué y acabó tachándonos.
No sé, no sé cómo no me di cuenta (o no quise ver)
que el cero no estaba detrás del uno,
si no delante.

A veces pienso que realmente me quedé allí,
en ese preciso momento,
abrazándote congelada mientras veo trenes que llegan y se van.
Una versión de mí que no se cansa de luchar,
por esperar al tren equivocado,
y la otra que intenta empezar de nuevo,
empezar sin ti.



lunes, 28 de noviembre de 2016

Pena.

Pena.
El mundo está en completa pausa y yo solo siento pena.
Pena de nosotros,
de lo que fuimos y ya no somos,
de lo que ya nunca seremos,
de todo lo que pudimos ser
y de lo que jamás fuimos capaes.
Siento pena de mí,
de lo que soy y nunca seré,
de las ojeras hasta el suelo,
de las noches sin dormir,
las camas vacías,
y los sentimientos rotos.
Siento pena de mis ojos tristes,
la música melancólica,
y la ventana del tren, que me recuerda que no voy a verte.
Siento pena de mis escalofríos,
de los días sin ti,
de la lluvia que no deja de caer, 
y que no para de calarme los huesos.
Siento pena del silencio, de las palabras que ya no escucho, y del vértigo que da mirar hacia atrás.
Siento pena del pasado,
de mi cuello roto cada vez que intento girar, del presente,
y de todo este futuro que se me va de las manos.
Pena de que en algún momento, no sé cuándo ni dónde nuestras manos se unieran tanto que crearon un nudo.
Pena de no saber deshacerlo.
Siento pena de ti,
de lo que eres,
y de lo que ya no podrás ser,
de lo que fuiste,
y de lo que nunca pudiste ser.
Siento pena de tu corazón vacío,
de todas esas barreras que de alguna forma, no me dejaron llenar.
Pena de que faltes y me sobres a la vez.
Del amor que te di, del que pude darte,
del que no recibiste, y del que te doy sin saber.
Del amor que me diste, del que pudiste darme y no hiciste, y del que me das sin que yo lo sepa.
Siento pena de la vida que te di,
y de la que me quitaste.
La que me falta, y no puedo recuperar.
Pena de volver una y otra vez a los sitios donde una vez fui feliz, sabiendo que no te encontraré en ninguno de ellos.
Pena de que se me esté acabando el aire y ya no tenga donde respirar.
Siento pena de mi vida,
por haber perdido otra de las partidas de este juego que no logro comprender,
pero sobre todo
siento pena de la tuya,
por haber perdido y sacado de ella algo más grave, más real y más completo,
una persona que te quería de verdad.
Una persona que siempre creyó en ti, a pesar de ser consciente de que podía romperse a pedazos.
Y aquí estoy, más entera de lo que te crees y menos de lo que me merezco.

domingo, 20 de noviembre de 2016

La parte más difícil.

Lo duro no es que te hayas marchado.
Es saber que tus manos nunca estarán sobre las mías.
Que jamás te veré dormir, mientras soplo deseos en tus pestañas.
Jamás me vas a desnudar, de inquietudes ni de ropa.

Que nunca tus labios estarán sobre los míos.
No me besarás en el portal.
Ni pasearemos agarrados por los confines del mundo.
No volverá a aparecer tu rostro tras la puerta.
Ni tu voz acariciando mis oídos tras el teléfono.

Lo duro no es saber que no estás.
Si no saber que no estarás.
Que tu perfume no se quedará en mi ropa.
Ni lo oleré cada mañana en mi almohada.

Que tus pasos nunca se oirán por la cocina.
Ni en ninguna parte.
Que los llevaré clavados tan dentro
que tendré que vivir en un maratón constante para que no me alcancen.

Es saber que tu risa no sonará en cada rincón.
Que tus ojos no me dirán ''ven, que quiero hacerte el amor'',
y deshacerte los miedos.
Ni resonará un relámpago en mi pecho,
cada vez que el tuyo entone un vals para mí.

Que lo duro no es perderte.
Es saber que estaré perdida.
Entre todas tus sábanas.
Que la cama nunca más estará deshecha.
Ni nunca más veré tus pies salirse del colchón.

Es saber que no nos bañaremos juntos,
en todas las playas,
ni recorreremos continentes.
No pisaré tu habitación ni desearé quedarme a vivir.
No querré una vida a tu lado.
Mientras, observo cómo todo se cae.

Que celebraré mis logros a tu costa,
y no brindaremos por nada.
No sentiré tus brazos rodeando mi espalda.
Ni sujetándome en mis fracasos.
Lo duro no es que te eche de menos.
Si no saber que te echaré de menos cada día de mi vida.

Que no empañaremos el espejo con nuestro calor.
No te llevaré a conciertos.
Ni me oirás cantar en la ducha, asistiendo al mío propio.
Las cuerdas de mi guitarra no te escribirán canciones.
Ni toda esta poesía hablará para ti.
Que no será la última vez que escriba sobre esto.
Si no que vendrán muchas más.

Saber que oiré de otros, las palabras que quiero escuchar de tu boca.
Que buscaré tu mirada en otras vidas.
Mientras en la trinchera me acuerdo de ti.
Que las olas habrán roto nuestros nombres grabados en aquella roca,
pero yo los llevo grabados a fuego aunque quemen.
Y sé que habrá paz pero siempre estaré esperando una de tus guerras,
preparada con todas mis armas.

Lo duro no es que te quiera,
sino que no voy a dejarte de querer.
Que nunca pondré tu plato sobre la mesa.
Ni memorizaré cada milímetro de ti.

Que no hundiré mis manos en tu pelo,
ni intentaré despeinarte justo antes de salir,
para que te quedes un rato más.

No voy a prepararte el desayuno,
ni a esperarte con cerveza fría sobre la cama.
Que te veré en todos los lugares donde alguna vez fui feliz,
simplemente porque estaba contigo.
Y abrazaré la misma sombra cada noche.

No ocuparás mi sitio favorito en las cenas de Navidad.
Ni me verás soplar las velas cada vez que cumpla años sin ti.
No nos sentaremos a comentar nuestras películas favoritas.
Mientras nos acurrucamos en el sofá.
Ni las pararemos a la mitad porque nos hayan entrado ganas de nosotros.

No iré a buscarte a la estación.
Ni esperaré ansiosa tu llegada.
No habrán más despedidas, ni tristezas,
ni bucles.
No habrán más discusiones, ni arrepentimiento, ni dolor.
Pero tampoco quedarán más reconciliaciones ni reencuentros.
Lo duro...
Lo duro no es tenerte que olvidar...
sino saber que te olvidaré.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Inhabitable.

Todo ha cambiado.
Nada es lo de siempre.
Apareces tanto en mis pesadillas que dormir se ha vuelto refugio y prisión.
Y ya no sé si estoy soñando o he entrado en coma profundo.

Lo confieso, no he aprendido a despertar si no es a tu lado.
Con tu risa en la memoria.
Y este vacío que ha llenado todo de nada.
Mis manos han cambiado,
se han vuelto pesadas y frágiles desde que no pueden tocarte.
En mis ojos habita un mar cada vez las olas rompen (contra mí).
He creado un desierto para nosotros,
pero todos los oasis se secaron el día que lo hicimos nosotros.

Me falta la inspiración si no tengo tu boca.
Y me duele saber que me estoy perdiendo cosas de ti.
Que aún no sé a donde van todas aquellas cosas que no nos contamos.
Ni dónde se guardan todas las palabras que quiero decirte,
y que al final se acumulan creando un nudo en mi garganta,
que cada vez ahoga más.

He de aceptar la derrota como he de aceptar que también, hay cosas que nunca cambian.
Como vivir en la incertidumbre de tus pasos,
si vas o vienes,
si te quedas o vuelves a marcharte,
si vuelves...o te quedas donde estás.

Como saberte de memoria y que tú olvides las partes más importantes,
como aquella de luchar por nosotros,
y que se rinda la vida.
Que te olvides de quererme
y amanezcas
esperando respuestas.
Pensando que nada es para siempre pero mi amor si lo era.

Que cambies de opinión cada vez que un planeta se extravía de su alineación.
Que me quieras libre pero bien atada a ti.
Echarte de menos.
Quererte.
Lo dicho, cosas que nunca cambian.
Como tú.

Y darte cuenta que no queda otra que avanzar, y aprender a vivir hechos de huecos vacíos.

A veces pienso que puede que si cierro fuerte los ojos aún pueda sentir tus cosquillas.
Tus manos deslizándose por mi espalda como si recorriesen el mundo.
Tu aliento rozando mi nuca, susurrando las palabras que apaguen el incendio.
O el calor de tu cuerpo abrigándome el alma al salir de la ducha.

Es duro observar como todo se hunde.
Y no hacer nada por evitar tu naufragio.
Tan solo crear barreras mentales inútiles que se destruyen sin previo aviso.
Hacerte un ovillo y entregarte a los recuerdos, como si no fuese a doler.
Ingenua.

Trato de obviar todos mis sentimientos,
que aún cuando no miro cantan bajito -vuelve-, los cabrones.
Y mírame, aquí estoy intentando engañar a la vida para salvarme un poco.
Mintiéndome con cosas como que no es cierto que te eche de menos,
que no, que no te quiero.
Y una serie de gilipolleces más.
Que ni en mil años me creería.

Lo cierto es que todo está cayendo,
y me he limitado a mirar como caen los pedazos,
sin importar que algunos me golpearan sin más.
Quizá deba rearmarlos pero no sé ni dónde empieza ni dónde acaba todo esto.
Sólo sé que solía empezar en tus labios y acababa en los míos.

Ahora todo es tan inhabitable que no consigo encontrar ni un solo lugar donde lamerme las heridas.
Porque estás en todos los frentes, estás en todas las páginas y estás en todos los jodidos libros.

lunes, 31 de octubre de 2016

Octubre.

Octubre llegó pegando fuerte, cargado de promesas y sueños rotos.
Se puso el disfraz de héroe con todos tus besos por bandera.
Pero tras la máscara escondía miles de dudas.
Y tan solo resultó ser la realidad que venía para buscarme.
Llegó pegando fuerte, y acabó por partirme los dientes.

Octubre no creía en nosotros, a pesar de que yo lo hiciera.
Quiso apartarnos de golpe, prepararnos para el frío que inundaría nuestras vidas,
haciendo que nos saliese desde dentro.

He creado una hoguera en mi corazón, para refugiarme de las noches sin ti.
Pero arde cada vez que te piensa, y ha acabado por quemarlo todo.
He intentado recoger las chispas, apagar todas las cenizas, pero están por todas partes.
Algunas incluso esperan que algo (tú) las vuelva a encender.

Desde entonces le tengo fobia a las estaciones,
a los trenes que se alejan (de mí),
a verte en todos los vagones.
Mi vida subió aquel día contigo,
y aún no ha vuelto a aparecer por aquí.
No ha encontrado ninguna parada en la que bajarse que no sea en la tuya.

Condenada a vagar bajo los raíles buscando tus sábanas.
Nos veo en todos los amores lejanos,
que se abrazan un minuto antes de separar sus manos a cientos de kilómetros.
Con el calendario bajo el brazo, la tristeza en los ojos y las ganas en los labios.
Contando todos los días que faltan para repetir ese jodido momento, una y otra vez.

Octubre se ha marchado sin despedirse,
y ha manchado todas las despedidas.
Pero no sabe que tener que decirte ''adiós'',
me ha dejado una cicatriz tan profunda en la garganta,
que asoma cada vez que habla de ti...o de mí.

Octubre ha dejado todo roto,
ha roto las fotos,
aquella botella tan llena de mar, en la que acabé ahogándome,
y ahora se desborda en alcohol, inundando toda mi habitación de ti,
pero sin curar nada.
-y aún no he aprendido a nadar en tu recuerdo-.

Ha roto todos los mensajes,
las palabras,
tu voz, ha roto tu voz.

Ha roto este otoño,
y a mí se me están cayendo todas las hojas, si no puedo quedarme a vivir en tus raíces.
Lo has marchitado todo, hasta este poema.
Pero sé que el invierno lo congelará todo, con la esperanza de florecer en primavera.

Octubre ha roto la distancia que nos separaba,
rompiéndonos,
pero rompiéndome a mí.

Ahora paseo por las calles, mientras veo tu sombra,
y pienso que debí haber dado un portazo al salir,
no para saber que me estaba yendo, si no para creérmelo.

Para dejar de jugarme la vida en los andenes,
y comenzar a vivirla.
Para dejar de pelear por causas perdidas,
y encontrarme.
Para dejar de luchar contra-reloj,
y ponerlo en hora.

Aunque nunca más marque la nuestra,
aunque todos nuestros relojes estén siempre desincronizados,
incluso aunque ahora estén parados en el exacto momento que te marchaste.

Siento que me he salido del camino, y ya no estás para guiarme.
Que tengo que construir uno nuevo para empezar sin ti.
Que he de volver al principio para recordar cómo se dormía cuando tú no estabas,
cómo se reía, cómo solía ser.

Que fácil fue romperlo todo,
para después decir ''no quiero algo roto''.
Que fácil estropearlo y rechazar un amor estropeado.

Tenías razón, nos faltaba algo.
Pero no era algo, era alguien: tú.

Lo teníamos todo para ser felices, menos tus ganas de serlo.

Tarde tiempo (y muchas hostias más) en darme cuenta,
de que la oportunidad debía dármela a mí, y no a ti.
Pero vivía en un continuo: ''me equivocaría otra vez''.
Y aún no sé cómo restar tu mitad, a la mía,
para volver a estar completa...
porque nos desgastamos tanto que olvidé recomponerme.

Octubre...me has roto, joder, me has roto.





viernes, 14 de octubre de 2016

Cuentos de hadas.

Cuando sabes que se avecina una tormenta cualquier sonido desaparece,
tienes a tu cabeza tronando esperando el rayo que decida partirte en dos.

Sabes que se avecina una tormenta cuando el suelo de tu mundo comienza a temblar pues han reventado todos los cimientos que lo sujetaban,
y de repente te sientes inestable y profundamente desencajada.
Como si fueses a tropezar con sus ojos en cualquier momento.

Entonces no se te ocurre otra cosa que pararte a observarla,
con el universo en una taza de café abrigando tus manos.
Cierras los ojos tan fuerte que supere a la oscuridad que te rodea.

Y deseas que pase,
tan fugaz como todas las miradas perdidas,
como el relámpago que cae y destruye tu hogar.

Dejas que se amontonen todos los recuerdos en tus párpados,
que se proyecten todos aquellos momentos por los que fuiste lluvia y luz.
Y esperas que el mismo viento que te empujó hacia atrás los elimine sin rastro posible.

A veces me gusta escucharlo,
me habla de cielos en los que ya no me encuentro, de ciudades que desenterré y de pieles en las que un día me vi.

Me cuenta muchas historias,
dice que yo antes mataba gigantes,
que luchaba contra los monstruos en tu cuarto.
Dice que tuve cientos de aventuras, que encontré el tesoro escondido, con el mapa que encontré en tu cuerpo.

Que me adentré en la cueva de tu boca y me perdí tantas veces que cuando encontré la salida había envejecido cien años más.
Que crucé cada uno de los laberintos de tu mente y dejé un poco de mí en todos ellos.

Aún no me lo creo,
pero me ha contado que la magia existe, que estaba escondida en todas tus palabras.
Que desapareció el día que dejé de creer en ti.
Y desde entonces todas las hadas del bosque quieren resucitar -como yo-.

Dice que también luché contra el dragón de tu castillo,
que vencí cientos de veces pero siempre resultaba ser más un ave fénix que resurgía de sus cenizas para buscar una nueva guerra.

Cacé tantos fantasmas que a día de hoy tengo miedo, y no he logrado espantarlos.

Encontré realidades paralelas y fuimos felices en todas ellas,
tanto que acabé confundiendo realidad con ficción, y aún me quedan secuelas, pues a veces me parece verte en todas partes.

Al final, ninguno de los dos se rindió y tuve que buscar una paz que nunca pensé que pudiese estar fuera de ti, la mía propia.

Desde entonces no he vuelto a oír de cuentos de hadas, ni de príncipes teñidos de gris, ni de fieras bestias que casi arrancan mi fiereza.

Porque me he dado cuenta de que no todos los finales felices terminan con un "...y comieron perdices", si no que también lo son los "...y supieron decirse adiós a tiempo".

Desde entonces...cierro siempre la ventana, por si un día decides volver.

martes, 11 de octubre de 2016

Lo siento.

Hace tiempo que convertí mi vida en un bar de apuestas, jugándome el corazón cada noche, doble o nada. Siempre nada.

Lo siento, hoy no me sale la voz, estoy intentado camuflarme entre tus cosas.
Entre los recuerdos que no te llevaste.

A veces repito aquel dolor en bucle,
me pongo en la misma situación cientos de veces, solo por no olvidar nunca que fue real.
Aunque sea exactamente lo único que quiero olvidar.

A veces no puedo evitar sentir compasión por el ovillo que fui entonces.
El manojo de rabia y llantos.
No puedo evitar ponerme en su lugar y odiar todo lo que me llevó hasta aquello.

Entonces te miro y deseo con todas mis fuerzas olvidar, no repetirlo nunca.

He intentado toda mi vida ponerme en pieles ajenas, convertirme en personas que nunca conocí y aún así han condicionado mi vida en cada momento.

Me he creído el fantasma de amores pasados,
espejo roto que no refleja ni un poco de lo que fue.

Me he puesto el listón tan alto que se me ha ido de las manos.
Y a veces todo quema tanto que siento que va a explotar.

Lo siento,
por ser lo que soy,
por no ser nada más.

Por ser la mitad de un puzzle perdido.
Que ni yo misma he encontrado.
Por ser el sucedáneo en tu vida.
O por creerlo.

Llevo toda mi vida siendo una sombra.
Teniendo miedo de la luz que ha podido asomar en mí,
y rechazándola como si fuese una enfermedad.

Siento ser los restos de lo que me queda.
Aún no sé si me conoces a mí o a los restos del pasado.
Aún no sé si me conozco a mí o he comenzado a desconocerme.

jueves, 6 de octubre de 2016

Sustituto.

Siempre, siempre,
hay un sustituto detrás de todo lo que hago.
Un doble yo, mi álter ego,
acechando como una sombra,
esperando a que me equivoque e impidiendo que me entregue por completo a cualquier cosa.

Ese que me provoca para luego echarme en cara todos mis fallos.
El que me hace ser precavida cuando tengo miedo.
El mismo que me hace tener miedo.

Siempre está ahí cuando algo me sale mal, pero lo que no sabe es que en la mayoría de veces todo sale mal por su culpa.

Me frena cada vez que algo palpita demasiado aquí adentro y me para la vida tantas veces como golpes llevo.

Es el error, la incógnita, la respuesta y nunca una posible solución.
Es la balanza desequilibrada que me mantiene lejos de mí.

He intentado combatirlo, pero me mantiene tan despierta de la realidad que si acabo con él;
asumo que he acabado conmigo.

martes, 13 de septiembre de 2016

¿La distancia? Lejos, por favor.

Sí, he odiado la distancia hasta decir basta.
He odiado cada kilómetro, cada metro, cada centímetro, hasta cada milímetro que ha tenido cojones a alejarme de ti.

He querido hacer planes nuevos cada día con una persona que siempre está en todos ellos, te he visto en todas partes, aunque no estés en ninguna.
Pero las ganas no se borran ni con aguarrás.
Y sigo amando los mismos ojos aunque no los mire.
Sigo queriendo la misma piel aunque no la toque.
Sigo deseando los mismos labios aunque no pueda besarlos.
Sigo queriendo ver el mismo rostro cada mañana, y cada noche.

Aún sueño despierta con tus pestañas cerradas a mi lado, rozando mis mejillas.
Con tu voz susurrando mi vida en tu boca.
Con tus colmillos afilados mordiéndome hasta el alma.

Y siempre te llevo conmigo a dónde quiera que vaya, quizá no sea
muy cerca, pero sí muy dentro,
justo en el lado izquierdo de mi pecho. Justo en el epicentro de mi andar.
Te llevo en mi mente, siempre en mi mente.

La distancia, la misma que une nuestras palabras y separa nuestras manos,
atravesando mi pecho en un volveré.
Hasta pronto, espero.

La misma que arde dentro de mí, simplificando todo a echarte de menos, a echarme de menos.

Esa que cada noche se convierte en el monstruo bajo mi cama, y me come por los pies.
Esa, la cual debo combatir,
la cual venzo a cada hora que pasa.
Por la cual estoy dispuesta a luchar hasta mi último aliento.
Dispuesta a combatirla siempre que la recompensa seas tú.

Ya sabes que aquí te espero.
Cada vez que tengas miedo de tus fantasmas, cuando tenga miedo de los míos,
Cada vez que te des la espalda, yo estaré en todos los frentes.
Cada vez que algo se tuerza, yo lo voy a colocar en el lado perfecto.
Cada vez que el vaso se vacíe, voy a llenarlo hasta reventar.
Porque voy a quererte hasta reventar.
Porque voy a reventar de tanto quererte.
Y te voy a querer tanto que tú vas a quererte a reventar.

Te espero, para ver juntos como desaparece.
Para admirar todo lo que hemos construido mientras jugamos al escondite contra el mundo en nuestras sábanas.

Y no, no me importa cuánto, ni cuándo ni dónde mientras el destino sea siempre nosotros.

lunes, 29 de agosto de 2016

Nada más.

A veces la vida viene y me abraza con tus brazos.
Y la veo tan de color de rosa que apenas distingo algo que no seas tú.
Y me maravilla cada uno de los pasos que he dado. Hasta ti. Hasta nosotros.

No he encontrado nada que se le parezca a la sensación de soñar contigo y al despertar ver que no era un simple sueño.
Que me cures las pesadillas.
Que estés ahí para recordarme que eres tan real como lo que siento.

No he encontrado nada que se le parezca a la forma en la que me miras, y me tocas, haciéndome olvidar el cartel de frágil que siempre ha estado pegado en mi frente.
Nada que se le parezca a tu risa, cualquier otro sonido me parece insignificante.

No hay nada, absolutamente nada, parecido a verte dormir a mi lado, acariciarte la barba y el pelo mientras miro tus párpados cerrados.
Y hacerte cosquillas en cada hueco.

Grabar en mis retinas cada gesto y quererte como si fuese a salvarte la vida.

Que me beses la espalda cuando te despiertas.
Despertarme con tus labios grabados en la piel.
Besarte hasta no poder más.

Echar de menos cada minuto que no he pasado contigo.
Descubrir cada uno de los aspectos que te hacen ser tú.
Como la marca en el labio inferior.
Como el lunar de tu cuello.
Como que me hagas pucheritos para besarme.
Que me muerdas las mejillas.
Y que te acaricies el bigote antes de hablar.

Que sé, y estoy completamente segura de que no me equivoco si llamo a tu pecho hogar, que ya he aprendido eso de que: "cualquier lugar es mi casa si eres tú quien abre la puerta".

Que una vez dudaste de si podrías hacerme feliz.
Y no sabes lo feliz que me haces, todo lo que soy contigo y gracias a ti.
Nunca dudes de tus capacidades porque son tan grandes como tú siempre las desees ver.

Quiero compartir mis sábanas contigo. Quiero compartir mi vida contigo.
Quiero compartir todos mis recuerdos presentes, pasados y futuros contigo.
Quiero que entiendas que tú eres mi bien mayor, mi buena suerte.

Que me lleves al mar y me llames sirena.
Cogerte de la mano y decirte: ven, vamos a perdernos.
Huir siempre hacia ti.
Acomodarme en tu pecho y sentirme reina de mi propio castillo. De mi propia vida.
Que sepas a sal y a todo lo que quiero.
Y no conocer mas olor que el de tu nombre.

Porque no hay nada, absolutamente nada,
que se parezca a ti.

Te quiero, y me siento orgullosa de ello.
Y qué importa ya gritárselo a un papel cuando puedo decírtelo a la cara.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Calma y tempestad.

¿Y qué hacer con el mundo cuándo desaparece lo único que te evadía de él?
"No mires atrás", pero los recuerdos me siguen pisando los talones, siempre han sido más veloces.

¿Cómo? Dime, ¿cómo no voy a mirar atrás cuando todo lo demás se ha convertido en polvo? En cenizas de las que nada renace.

Paso los días regrabando tu voz en mi memoria, y ahogando el tacto de tus manos en nudos de garganta.
Y luego me voy a la cama como si al día siguiente todo fuese a cambiar.

Le grito a estas sábanas vacías que me alivien los sueños y arropo a las sombras que pueblan mi colchón, en tu lado de la cama.
Y me imagino que daría mis siete vidas de gata a cambio de otra de tus guerras, tenerte una vez más,
aunque solo sea un rato...
Entonces pienso que sí, que siempre amanece, pero el sol ya no se pasa por mi ventana.
Y tú tampoco.

He dedicado mi esfuerzo en pulir te quieros a medias, sin darme cuenta de que la batalla estaba perdida en el momento que tuve que pedir que te quedaras.

Se me han quedado cortos todos los besos que te di y por si te lo preguntas, aún espero que vuelvas. 

Y en esta noria de vida,
sigue tu hueco en mi pecho.
Sigue tu voz haciendo eco en cada hueso que me parto, y en cada momento que me rompo.
Y no consigo arrancarme el pitido ensordecedor.

He tirado a la basura noches dando vueltas en la cama esperando que en uno de los giros aparecieses tú. Pero no te encuentro ni en los bordes de mis dedos.

A veces creo que todo fue un mal sueño, que me despertaré en mi antigua vida (cuando aún se le podía llamar "vida") y nada habrá pasado, que despertaré y seguiré siendo la persona que siempre quise ser y creí que era.

Te quiero, y no es tu culpa.

Te quiero, y no es suficiente.

Lo siento.
Por no ser capaz de ahogar tus penas y miedos.
Por no calmar el fuego que te arde tan dentro que me quema.
Por ser el mar en el que las olas se desvanecen sin siquiera antes romper en la orilla.
Por la calma y la tempestad, por agitar mi marea con cada flaqueo.
Aún espero el mensaje embotellado, ese que consiga apagar todos los faros y encender nuestra noche.
Aunque eso signifique romperme las manos con sus cristales.
Aunque signifique partirme la vida en cada trozo que caiga al suelo.

Ni si quiera aunque eso signifique ser yo la que caiga al suelo y se parta en trozos.

Lo dicho, el mundo no me evade, quizá tengamos que inventarnos uno nuevo.

martes, 26 de julio de 2016

Que quede claro.

Yo.
No soy lo que se refleja en el espejo.
No soy la imagen que las cámaras captan de mí.

Yo.
No soy lo que opina ni dice la gente.
No soy ninguna de las etiquetas que me ponéis.

Yo.
No soy la ropa que visto.
Los modales que adopto.
Ni la apariencia que creéis ver.

No soy lo que se refleja en tus ojos.
Ni lo que tocan tus manos.

Yo.
Soy lo que encuentras en los libros.
La canción que repites una y otra vez en bucle,
-y que tarde o temprano aborreces-.

Soy las palabras en las que me inspiro.
El papel por el que me desangro.
Los cuadernos desgastados y rotos de vida.

Soy la lluvia que cae sobre mojado una noche de invierno calando hasta los huesos.
Las cosas que siempre piensas pero nunca dices.

Soy todo lo que quise ser, he sido, y seré.

Pero no.

No.

No soy lo que creéis que soy.

@MariaTBLennon

viernes, 1 de julio de 2016

Salir...¿beber?

Hoy, he salido a la calle
y el mundo se me ha hecho mucho más grande, y de repente yo, tan sólo era una simple mota de polvo en medio de un huracán infinito.

Hoy, he salido a la calle
y de repente todas las calles me hablaban de ti y en mi cabeza resonaban historias que un día dejé de recordar.

He salido a la calle
y no me he encontrado, si me veis merodeando por ahí decidle a mí persona que aún la espero con un libro sobre la cama y el vaso lleno a rebosar.

@MariaTBLennon

Desprendimiento.

Sé que todo se desgasta.
Que no me encuentro la voz en la garganta.
Que grito por dentro pero por fuera no me oigo ni yo.

Sé que he comprendido cosas que me hubiese gustado dejar de entender.
Que el camino no es tan fácil.
Que las piedras te hacen tropezar pero te dejan marca en los pies.

Que la vida siempre te da la espalda cuando necesitas ir de frente.
Que las horas avanzan y ni siquiera tú esperas por ti.

Me he dado cuenta de que una caricia a veces es una garra,
que unos labios pueden morder;
y no precisamente de placer.

Que todo se repite como un Boomerang que vuelve para recordarte que tus intentos son vanos,
que nunca te has querido,
que la chica del espejo aún juzga cada milímetro de ti,
y que el azul no ha conseguido desteñirse de tu cama.

@MariaTBLennon

domingo, 12 de junio de 2016

Caducado.

Creo.
Que aún no he conseguido acostumbrarme a la distancia.

Y que aún no me he atrevido a hablar demasiado en voz alta de ella 
ni a plasmarla en mis notas.
La estación se ha convertido en el sitio que más amo y odio a la vez.
Pero siempre estaría dispuesta a coger todos los trenes que me llevaran a ti, 
a cualquier hora de cualquier día.

Y es que es la primavera la que no ha vuelto a mi cama desde que no me rozan tus pies, 
las sábanas se han quedado heladas, 
y no consigo hacer que nada florezca si no son mis manos en tu pelo.

No he conseguido hablar de la distancia 
por miedo a que me den ganas de mandar a la mierda el calendario 
y tirar a la basura todos los recuerdos que nos quedan.

Pero luego recuerdo nuestros abrazos tras un tiempo sin vernos y se me pasa.
Has conseguido que el tiempo transcurra lento 
y se pare cada vez que te echo de menos y sé que mañana y mañana 
- y mañana -también.

Y no consigo borrar esa sensación en las despedidas de que va a ser la última vez 
que pueda tocarte por más que me frote los ojos.
Aún así intento impedir que se me emborrone más la vista 
y no pueda ver cómo dices: "pronto nos volveremos a ver",
mientras yo me muerdo la lengua para no decir: "quédate un rato más".

Que sí.
Que a veces los días parecen años.
Que sólo obtengo palabras en una pantalla cuando necesito un hombro en el que apoyarme.
Que a veces las lágrimas desbordan y no puedo retener más tiempo dentro de mí.
Que se acumulan los kilómetros y cada vez siento perder más gasolina.

Pero no sería capaz de imaginarme ni un solo segundo que no haya gastado a tu lado.
Por muy lejos que quede todo.
Te siento cerca.

Aunque de repente te vuelvas noche, dobles las distancias, y me sienta luna.
Porque siempre vuelves a dar luz.
Y me sobra todo lo que venga después del tú y del yo.

Y  es que, la verdad, nunca cambiaría ni uno de todos los días al mes a tu lado, por cientos de días contiguos sin ti.

@MariaTBLennon

viernes, 3 de junio de 2016

Ruido.

Siento que las palabras se me desbordan de la boca.
Pero guardo tanto ruido dentro que solo me sale gritar.

No soy capaz de superar las despedidas,
y aún resuenan en mí todos los portazos de las personas que ya nunca seré.

Guardo un minuto de silencio
por cada nuevo por qué
y he llegado al punto de quedarme muda.

Quiero borrar todas las vidas que nunca tuve,
que me fueron arrebatadas.

Quiero apartar los recuerdos que ya no me sirven.
Que debieron caer al vacío de la inexistencia porque "así debe ser".

Aceptar que la memoria es tan sólo otro punto débil,
donde tú misma sabes bien cómo atacar.

Que los días, que las noches,
no son reversibles.
Que no puedes rebobinar como si de una película se tratase.

Que lo que se fue, ya no volverá.
Que no puedes repetir nada en un bucle sin final.

Que perder siempre ha formado parte del juego,
y a ti siempre te ha tocado jugar
con
la
baraja
trucada.

@MariaTBLennon

miércoles, 23 de marzo de 2016

Nunca quise ser.

Llámame poema cuando la poesía se te desborde de la boca.
Grita mi nombre con las 5 letras que conlleva el deseo,
 hasta que me sangren los oídos.

Vuelve siempre que quieras a este hueco que guardo en mi pecho junto a la Luna.
Conquista todos los rincones de mi piel
y proclama territorio inacabado mi cuerpo pues siempre quedarán partes por explorar.

Sabes que siempre fui de perseguir tus sueños, y depositar los míos en que se cumplan.
Sabes que siempre fui de tachar el error y adaptarme al acierto,
a pesar de todo,
siempre todo a mi pesar.

Quise ser sal,
y acabé escociéndome en los ojos.
Nunca pude ser miel.

Quise ser ola,
y acabó llevándoseme la marea.
Nunca pude ser mar.

Quise ser fuego,
y acabé quemándome las manos.
Nunca pude ser incendio.

Y así,
todo acabó enfriándose,
queriendo ser hielo,
y al final siendo el jodido
y gran iceberg que acabó con todo.

@MariaTBLennon

domingo, 21 de febrero de 2016

El día que te merezca.

El día en que te merezca.
Todo se habrá ido para siempre,
como la vez que intenté ser alguien y me quedé siendo nada.

Como la vez que escuché a lo lejos el sonido de un piano suavemente para darme cuenta de que tan sólo era mi cabeza haciendo ruido otra vez.
Como la vez que intenté mirarte y no te vi en ningún sitio, porque siempre ibas un paso más allá de mi misma.
Como aquella vez que intenté comprenderte y las palabras se me quedaron a la altura de tu falda.
Y las ventanas se cerraban tras de mí.

El día que te merezca,
crecerán flores de mis manos, brotará un jardín en tu pecho.
Harás creer a la primavera que el invierno fue algo pasajero,
que llegó, pero no para quedarse.
Que ahora es el momento de que florezcan todas las cosas bellas, tú entre ellas.

Harás creer a los árboles y al viento
y a la jodida naturaleza que todo es insignificante si lo comparas contigo,
y que el mundo se ha dado la vuelta otra vez.

El día que te merezca,
se abrirán caminos tan grandes que me preguntaré si alguna vez seré capaz de recorrerlos.
Dejaremos de ser mitades que retienen a su otra mitad,
por miedo a dejar de ser dos para ser uno, y sin nunca ser uno y medio.

Aprenderemos a bailar sin pisarnos los pies.
Y bailaremos aunque la música haya dejado de sonar,
y el telón haya caído sobre nuestras cabezas.

El día en que te merezca,
las ciudades, al verte, habrán dejado de brillar
porque habrán aprendido a arder,
y todos los semáforos se habrán puesto en rojo.

El día en el que tu merezcas a alguien como yo.
Ese día.
Todo habrá cambiado para siempre.

@MariaTBLennon

domingo, 14 de febrero de 2016

Lluvia.

No me sale la voz si no encuentro la tuya.
Algo extraño se ha roto dentro de mí, o se ha ido contigo.
Pero de repente me invaden olas de sentimientos olvidados, que no sé de dónde salen ni donde acaban.

 Creo que estoy conectada a una especie de finito hilo invisible.
Y el pánico a que se quiebre es tan grande como los abrazos que nos separan.
Es tan grande que no encuentro más hueco en mi donde meterlo, y se desborda. 
Y es capaz de inundarme hasta las trancas.

Llueve y sé que es por dentro.
Que no sé dónde guardar toda esta inseguridad.
Que no sé cómo organizar todo este desastre.
Que dos versiones de mí me empujan hacia dos extremos diferentes. 
Y una mezcla de felicidad y tristeza se asientan en mí.

Y me pregunto por qué no seré capaz de apartar todo lo malo de mi cabeza y tan sólo dejar que se quede lo bueno. De vivir el momento, y no anticiparlos. 
De disfrutar de la lluvia sin anticipar la tormenta y que me partan los rayos.
¿Por qué no contar la victoria y los
malditos arreglos en vez de las derrotas y los daños?

Y saber que te necesito cerca, pero te tengo lejos.
Y simplemente saber que te necesito, joder.
Que me envuelvas en tus pestañas y no me dejes abrir los ojos.
Y el impacto que supone darse cuenta de ello.
Y la realidad que te abriga hasta asfixiar.

Que hoy llueve por dentro, y no me
doy cuenta de qué quien llora soy yo.

@MariaTBLennon

viernes, 8 de enero de 2016

Preguntas.

Me pregunto si llegaste a coger aquel tren, ese que te llevaba al centro de ti misma y paraba en los suburbios, recogiendo todas las cosas que aún te dolían.

Me pregunto si las solucionaste.
Si supiste salir de aquel pozo sin fondo y echarte una mano.

Me pregunto si conociste la verdad de las noches vacías, si alguien consiguió llenar tu cama y volvió a quedarse en los pies.
Me pregunto si conseguiste salir de aquella ciudad que tanto odiabas y tanto te sabía a roto, si conseguiste hacer de tus pasos algo más que un desastre.
Si aún sigues queriendo dar la vuelta al mundo.

Que a mi me bastaba un jodido segundo cuando te miraba.
Me pregunto si ahora la vida es menos complicada,
si realmente lograste deshacerte de aquel nudo en la garganta.
Si marcharme fue la mejor decisión.

Si aún guardas en tus manos las caricias que nunca me dabas.
Si sigues usando aquel carmín rojo de cuando me besabas.

Me pregunto si tus silencios siguen siendo tan largos, y tus esperas tan cortas,
si has conseguido que el ruido pare esta vez, o sigues acumulando guerras a tus espaldas.

Me pregunto si mantienes tus idas y venidas, si alguna vez realmente te sirvieron para algo.
Si las cosas ahora te salen bien, o sigues pensando que eres un error y que la felicidad nunca llama a tu puerta.

Me pregunto si al fin supiste decir que "no" cuando el miedo te miraba a la cara,
cuando creías que todo se acababa.
Si conseguiste mantener la llama y no salir corriendo esta vez.

Me pregunto de que huías cuando te decía que te quería,
si aún el cielo sigue abriéndose.

Si reconstruiste los cristales rotos de los platos que rompiste.
Y dejaste de clavártelos en los pies.
Si acompasaste los latidos al son de tu canción.

Me pregunto si aún le pides explicaciones a tus impulsos.
Si recuperaste el norte o preferiste dejarte llevar.
Me pregunto si lograste poner todo en su sitio, si ya te has decidido a vivir.
Si has aprendido a buscarte y te has encontrado, o ya te has dado por perdida.

Me pregunto si sigues teniendo resaca los viernes,
si sigues odiando los domingos o alguien los ha sabido mejorar.
Si aún te repugna la espuma del café de los lunes por la mañana.

Si sigues orgullosa de no encajar entre la gente, si sigues esperando algo de ti...
Me pregunto... que hubiera pasado si hubiéramos podido y querido a la vez.
Si ya has conseguido abrazarte sin quemarte la piel.
Me pregunto...
 si sigues guardando el corazón
 en aquella cajita, 
 que nunca me dejabas abrir.

@MariaTBLennon

viernes, 1 de enero de 2016

216.

Mañana nos veremos bailando tempestades desnudos en camas vacías, 
llenándonos la piel de huellas y ganas.

Contaremos amaneceres con los pies enredados 
y dejaremos que el sol alumbre cada gesto por hacer.

Haremos catástrofe de cada por qué, 
inundaremos las dudas bajo las sábanas, provocando un par de terremotos. 
Destruiremos todos los escalones que se pongan a nuestro paso.
Y pisaremos cada una de las cosas que nos hagan daño.

Leeré cada historia escrita en tus manos y espalda. 
Todos aquellos principios sin final. 
Y todos aquellos finales que nunca tuvieron principio.

Pienso sanar cada herida, borrar cada cicatriz a cada momento.
Perderemos las formas y las maneras,
y no nos dejaremos engañar por los caprichos del tiempo.  

Nos re-encontraremos en todas las estaciones 
y mandaremos a la mierda toda esta distancia.
Haremos que merezca la pena.
Y la alegría.

Nos gritaremos bajito todas esas canciones que sin saberlo nos conocen, 
y aquellas que aún no nos conocerán.
Qué no me importa vivir anclada a un calendario, 
y con la cabeza y el corazón en cuenta atrás. 
Porque valdrá la pena cada encuentro.

Que las despedidas duelen menos a sabiendas de un "volveré".
Que vuelvas, joder.
Que siempre vuelvas.
Que mañana sea hoy.
Y que hoy siga siendo mañana...

@MariaTBLennon