lunes, 23 de enero de 2017

Arte.

Puede que al final tuviese que irme.
Apagar aquella luz en tu mesilla para no volver a encenderla nunca más.
Para que tú la enciendas y no sea yo a quién encuentres a tu lado.

Puede que no fuese de la mejor forma, que necesitase sacar la rabia de mis adentros para encontrar toda mi fuerza.

Que no fuese capaz de decirte adiós en silencio y sin que sonase bruscamente.

Puede que me haya marchado pero sigo estando en cada una de las líneas en las que fuiste protagonista.

Que no me he olvidado del espejo que nos reflejaba como si fuésemos dos personas unidas siempre en distintos lugares. En distintos puntos de cada una de sus vidas.

Como si estuviesen destinados a no coincidir en ninguna de ellas.

Puede que esté intentando borrarte a fuerza de golpes.
Que me haya dejado estas manos vacías en recuerdos baratos.

Te has caído del trono y la mejor forma de coronarme fue no queriendo ser la reina, si no la guerrera que luchaba por arrancarte su amor propio.

Puede que haya aprendido la lección de una vez por todas.
Que esté mirando más allá de tu espalda.
Que ya no te imagine cada noche.

Puede que ya no te vea regresar por cada esquina, y lo mejor es que puede que no lo quiera.

Que no me siento a esperarte en la ventana, ni te busco en mi ropa.

Puede que nos haya costado tanto decir que no, porque un día nos proclamamos cobardes, y no quisimos afrontar que habíamos muerto.

Que he encontrado la valentía para querer resucitar,
que lo siento,
pero tenía que dejarte atrás antes de perderla por completo.
Que te siento,
aunque esté olvidándote.

Puede que al final acabáramos por manchar esta historia,
y que hoy tan solo siga siendo una mancha sobre un lienzo en blanco.

Puede que esto sea solo el comienzo, y que todo esté a punto de empezar.
Que mañana esa misma mancha se convierta en una bonita pintura,
y alguien decida llamarla arte.

viernes, 13 de enero de 2017

Frío.

Recuerdo que me dolía,
contemplarlo me dolía.

Apenas podía mirarlo a los ojos más de cinco segundos,
porque me aterraba ser descubierta,
descubrir que nada había cambiado,
que aún sentía cohetes por todo mi cuerpo si sus ojos se clavaban en mí.

Me aterraba saber que todo esto no había servido para nada,
mis intentos de olvidar aquello que tanto me costaba recordar,
que había guardado tan dentro para esconderlo de mí.

Todos los muros que construí para hacerme la fuerte solo me han hecho más débil,
y apenas te bastó con una palabra para que se vinieran abajo.

Siento la lluvia desbordando el vaso que con tanto empeño me ocupé de mantener lleno,
y ha inundado todo permitiendo que me seque.
Sin importar el mar que ha dejado a mis pies.

Te he echado tanto de menos que tenerte enfrente me parece un sueño del que aún no he conseguido despertar.
Ni aunque me pellizquen tus dedos.
Irreal como lo era diciembre sin tu abrigo.
O mi cuaderno sin tus trazos.

He tocado fondo y estaba en ti.
Llevo el cálido tacto de tus manos como combustible para seguir,
tu abrazo incrustado en las costillas,
como si por fin, me refugiase bajo techo,
tras estar expuesta a una larga tormenta,
y un ''me dueles'' en cada sentido.

El frío ha calado en mis huesos, congelando todas mis certezas,

y me ha dejado con la duda de tu calor.

Te he sentido tan cerca que me he sentido lejos de todo.
Me he alejado tanto de mí misma que no encuentro el recorrido para regresar tal y como llegué.
Y ahora he de cruzar por dos caminos distintos en los que en ninguno me tengo en pie.

No he podido- y no sé si quiero- decidir cuál es cuál,
no sé qué busco ni que puedo encontrar allí.

Pero lo que sí sé es que uno es contigo y el otro sin ti,
puedes decidir acompañarme o abandonarme para siempre.

Y aún no me creo que siga prefiriendo la herida antes que  perderte.