lunes, 28 de noviembre de 2016

Pena.

Pena.
El mundo está en completa pausa y yo solo siento pena.
Pena de nosotros,
de lo que fuimos y ya no somos,
de lo que ya nunca seremos,
de todo lo que pudimos ser
y de lo que jamás fuimos capaes.
Siento pena de mí,
de lo que soy y nunca seré,
de las ojeras hasta el suelo,
de las noches sin dormir,
las camas vacías,
y los sentimientos rotos.
Siento pena de mis ojos tristes,
la música melancólica,
y la ventana del tren, que me recuerda que no voy a verte.
Siento pena de mis escalofríos,
de los días sin ti,
de la lluvia que no deja de caer, 
y que no para de calarme los huesos.
Siento pena del silencio, de las palabras que ya no escucho, y del vértigo que da mirar hacia atrás.
Siento pena del pasado,
de mi cuello roto cada vez que intento girar, del presente,
y de todo este futuro que se me va de las manos.
Pena de que en algún momento, no sé cuándo ni dónde nuestras manos se unieran tanto que crearon un nudo.
Pena de no saber deshacerlo.
Siento pena de ti,
de lo que eres,
y de lo que ya no podrás ser,
de lo que fuiste,
y de lo que nunca pudiste ser.
Siento pena de tu corazón vacío,
de todas esas barreras que de alguna forma, no me dejaron llenar.
Pena de que faltes y me sobres a la vez.
Del amor que te di, del que pude darte,
del que no recibiste, y del que te doy sin saber.
Del amor que me diste, del que pudiste darme y no hiciste, y del que me das sin que yo lo sepa.
Siento pena de la vida que te di,
y de la que me quitaste.
La que me falta, y no puedo recuperar.
Pena de volver una y otra vez a los sitios donde una vez fui feliz, sabiendo que no te encontraré en ninguno de ellos.
Pena de que se me esté acabando el aire y ya no tenga donde respirar.
Siento pena de mi vida,
por haber perdido otra de las partidas de este juego que no logro comprender,
pero sobre todo
siento pena de la tuya,
por haber perdido y sacado de ella algo más grave, más real y más completo,
una persona que te quería de verdad.
Una persona que siempre creyó en ti, a pesar de ser consciente de que podía romperse a pedazos.
Y aquí estoy, más entera de lo que te crees y menos de lo que me merezco.

domingo, 20 de noviembre de 2016

La parte más difícil.

Lo duro no es que te hayas marchado.
Es saber que tus manos nunca estarán sobre las mías.
Que jamás te veré dormir, mientras soplo deseos en tus pestañas.
Jamás me vas a desnudar, de inquietudes ni de ropa.

Que nunca tus labios estarán sobre los míos.
No me besarás en el portal.
Ni pasearemos agarrados por los confines del mundo.
No volverá a aparecer tu rostro tras la puerta.
Ni tu voz acariciando mis oídos tras el teléfono.

Lo duro no es saber que no estás.
Si no saber que no estarás.
Que tu perfume no se quedará en mi ropa.
Ni lo oleré cada mañana en mi almohada.

Que tus pasos nunca se oirán por la cocina.
Ni en ninguna parte.
Que los llevaré clavados tan dentro
que tendré que vivir en un maratón constante para que no me alcancen.

Es saber que tu risa no sonará en cada rincón.
Que tus ojos no me dirán ''ven, que quiero hacerte el amor'',
y deshacerte los miedos.
Ni resonará un relámpago en mi pecho,
cada vez que el tuyo entone un vals para mí.

Que lo duro no es perderte.
Es saber que estaré perdida.
Entre todas tus sábanas.
Que la cama nunca más estará deshecha.
Ni nunca más veré tus pies salirse del colchón.

Es saber que no nos bañaremos juntos,
en todas las playas,
ni recorreremos continentes.
No pisaré tu habitación ni desearé quedarme a vivir.
No querré una vida a tu lado.
Mientras, observo cómo todo se cae.

Que celebraré mis logros a tu costa,
y no brindaremos por nada.
No sentiré tus brazos rodeando mi espalda.
Ni sujetándome en mis fracasos.
Lo duro no es que te eche de menos.
Si no saber que te echaré de menos cada día de mi vida.

Que no empañaremos el espejo con nuestro calor.
No te llevaré a conciertos.
Ni me oirás cantar en la ducha, asistiendo al mío propio.
Las cuerdas de mi guitarra no te escribirán canciones.
Ni toda esta poesía hablará para ti.
Que no será la última vez que escriba sobre esto.
Si no que vendrán muchas más.

Saber que oiré de otros, las palabras que quiero escuchar de tu boca.
Que buscaré tu mirada en otras vidas.
Mientras en la trinchera me acuerdo de ti.
Que las olas habrán roto nuestros nombres grabados en aquella roca,
pero yo los llevo grabados a fuego aunque quemen.
Y sé que habrá paz pero siempre estaré esperando una de tus guerras,
preparada con todas mis armas.

Lo duro no es que te quiera,
sino que no voy a dejarte de querer.
Que nunca pondré tu plato sobre la mesa.
Ni memorizaré cada milímetro de ti.

Que no hundiré mis manos en tu pelo,
ni intentaré despeinarte justo antes de salir,
para que te quedes un rato más.

No voy a prepararte el desayuno,
ni a esperarte con cerveza fría sobre la cama.
Que te veré en todos los lugares donde alguna vez fui feliz,
simplemente porque estaba contigo.
Y abrazaré la misma sombra cada noche.

No ocuparás mi sitio favorito en las cenas de Navidad.
Ni me verás soplar las velas cada vez que cumpla años sin ti.
No nos sentaremos a comentar nuestras películas favoritas.
Mientras nos acurrucamos en el sofá.
Ni las pararemos a la mitad porque nos hayan entrado ganas de nosotros.

No iré a buscarte a la estación.
Ni esperaré ansiosa tu llegada.
No habrán más despedidas, ni tristezas,
ni bucles.
No habrán más discusiones, ni arrepentimiento, ni dolor.
Pero tampoco quedarán más reconciliaciones ni reencuentros.
Lo duro...
Lo duro no es tenerte que olvidar...
sino saber que te olvidaré.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Inhabitable.

Todo ha cambiado.
Nada es lo de siempre.
Apareces tanto en mis pesadillas que dormir se ha vuelto refugio y prisión.
Y ya no sé si estoy soñando o he entrado en coma profundo.

Lo confieso, no he aprendido a despertar si no es a tu lado.
Con tu risa en la memoria.
Y este vacío que ha llenado todo de nada.
Mis manos han cambiado,
se han vuelto pesadas y frágiles desde que no pueden tocarte.
En mis ojos habita un mar cada vez las olas rompen (contra mí).
He creado un desierto para nosotros,
pero todos los oasis se secaron el día que lo hicimos nosotros.

Me falta la inspiración si no tengo tu boca.
Y me duele saber que me estoy perdiendo cosas de ti.
Que aún no sé a donde van todas aquellas cosas que no nos contamos.
Ni dónde se guardan todas las palabras que quiero decirte,
y que al final se acumulan creando un nudo en mi garganta,
que cada vez ahoga más.

He de aceptar la derrota como he de aceptar que también, hay cosas que nunca cambian.
Como vivir en la incertidumbre de tus pasos,
si vas o vienes,
si te quedas o vuelves a marcharte,
si vuelves...o te quedas donde estás.

Como saberte de memoria y que tú olvides las partes más importantes,
como aquella de luchar por nosotros,
y que se rinda la vida.
Que te olvides de quererme
y amanezcas
esperando respuestas.
Pensando que nada es para siempre pero mi amor si lo era.

Que cambies de opinión cada vez que un planeta se extravía de su alineación.
Que me quieras libre pero bien atada a ti.
Echarte de menos.
Quererte.
Lo dicho, cosas que nunca cambian.
Como tú.

Y darte cuenta que no queda otra que avanzar, y aprender a vivir hechos de huecos vacíos.

A veces pienso que puede que si cierro fuerte los ojos aún pueda sentir tus cosquillas.
Tus manos deslizándose por mi espalda como si recorriesen el mundo.
Tu aliento rozando mi nuca, susurrando las palabras que apaguen el incendio.
O el calor de tu cuerpo abrigándome el alma al salir de la ducha.

Es duro observar como todo se hunde.
Y no hacer nada por evitar tu naufragio.
Tan solo crear barreras mentales inútiles que se destruyen sin previo aviso.
Hacerte un ovillo y entregarte a los recuerdos, como si no fuese a doler.
Ingenua.

Trato de obviar todos mis sentimientos,
que aún cuando no miro cantan bajito -vuelve-, los cabrones.
Y mírame, aquí estoy intentando engañar a la vida para salvarme un poco.
Mintiéndome con cosas como que no es cierto que te eche de menos,
que no, que no te quiero.
Y una serie de gilipolleces más.
Que ni en mil años me creería.

Lo cierto es que todo está cayendo,
y me he limitado a mirar como caen los pedazos,
sin importar que algunos me golpearan sin más.
Quizá deba rearmarlos pero no sé ni dónde empieza ni dónde acaba todo esto.
Sólo sé que solía empezar en tus labios y acababa en los míos.

Ahora todo es tan inhabitable que no consigo encontrar ni un solo lugar donde lamerme las heridas.
Porque estás en todos los frentes, estás en todas las páginas y estás en todos los jodidos libros.