domingo, 23 de marzo de 2014

Polos opuestos.

Mente, cuerpo y alma. Tres grandes conceptos difíciles de descifrar y totalmente incompatibles entre sí. Dicen que el equilibrio de toda persona consta en el equilibrio de estas tres, aparentemente insignificantes pero extremadamente complicadas potencias, pero a veces me pregunto si la vida no es la distancia entre lo que sé que debo de hacer y lo que hago. Siempre he sido desobediente (en algunos aspectos), hasta conmigo misma. Por lo general siempre digo lo que pienso pero no siempre hago lo que pienso, se suele anteponer algo en el camino, y en cambio, otras veces hago demasiado.

Es difícil saber que es lo correcto, lo correcto para ti, no para los demás y sobre todo saber a qué hacer caso. Siempre dicen que hagas o digas lo que sientas, pero hasta eso tiene límites y fechas de caducidad. Hacer lo que sientes no quiere decir que lo que sientas se cumpla, que soluciones el problema, a veces hasta lo complica y enreda hasta abrir una frontera, poniéndote entre la espada y la pared: ¿Qué bando debo escoger?

Admiro (y envidio, envidia sana) a los equilibristas de mente, cuerpo y alma, con sus hilos perfectos y sus decisiones correctamente tomadas. Pero a veces vivir en una constante equivocación no está nada mal, conlleva valorar más lo correcto y aprender de ello. ¿Quién dice que no pueda llegar a equilibrarme?
Me mantengo en la temblorosa cuerda, avanzando lentamente mientras dudo que dirección tomar: a un lado la crítica razón, y al otro los subjetivos y desconfiados sentimientos. Y la caída es altamente peligrosa.
A mil metros de altura de lo correcto, me decanto por hacer todo lo contrario a ello, me decanto por lanzarme de la cuerda al vacío sin pensarlo, sin valorar la dolorosa caída tan sólo hasta que el suelo roce mis pies, sin valorar la vertiginosa altura que me mantiene despierta ante la distancia entre ambos polos. Me decanto por arriesgar, y como siempre, me decanto por perder...y maldigo cada hora transcurrida en cada kilómetro en vano.

''En una lucha a vida o muerte...¿quién es más fuerte: el corazón o la mente?''

domingo, 9 de marzo de 2014

Dulce hoja caída.

Hoy hablaré de mi percepción de la vida, tengo distintas percepciones, uno nunca sabe cómo realmente es y nunca se sabrá, una extraña conocida a la que apenas ves pasar. Suelo compararla como una especie de árbol, el árbol de la vida, lleno de hojas, cada cual con una historia diferente escrita. Un gran árbol con millones de hojas a su alrededor, abarcando todo un planeta. Cada hoja contiene una vida escrita, a veces tan borrada por la lluvia que resulta casi imposible de leer, a veces tan maltratada por el viento que acabó precipitándose al suelo, una hoja caída. Historias escritas una y otra vez, buscando la acertada a la que aferrarse y echar raíces. Nunca me gustó aferrarme a nada, sin embargo algunas cosas resultan inevitables. En este árbol puedes encontrar hojas verdes, tan verdes que hasta duelen a la vista, hojas quizá algo menos verde, hojas secándose lentamente u hojas ya secas a punto de caer. Las hojas más altas en la copa del árbol parecen ser las más beneficiadas, los rayos de sol no dudan en llegar sin problemas, quizá las que han aprendido cómo llegar hasta arriba. Claro que hasta en lo más alto hay flaquezas. Las más bajas resultan ser las aprendices, las que aún les queda por subir (me incluyo entre ellas) o las que se niegan a subir. He aquí el efecto escalera, cada paso significa un nuevo escalón, vas subiendo poco a poco. Como en mi caso, algunos suelen pasarse la vida buscando el siguiente escalón, tropezando con él o en los casos más afortunados subiéndolo sin problemas, o con el mayor esfuerzo del mundo. Para llegar a la cima se empieza por los cimientos. Y tras toda una vida, escalón tras escalón, observando las hojas a tu alrededor, algunas logran subir contigo, otras se quedan en el intento, tras vencer al viento, tras vencer a la lluvia, tras cada adversidad del tiempo, llegas a la cima. ¿Para qué? Simplemente para acabar siendo nada más que otra dulce hoja caída alrededor. Pero nadie dijo que el camino fuera fácil y tampoco nunca nadie dijo que no mereciera la pena...


@MariaTBLennon