martes, 13 de septiembre de 2016

¿La distancia? Lejos, por favor.

Sí, he odiado la distancia hasta decir basta.
He odiado cada kilómetro, cada metro, cada centímetro, hasta cada milímetro que ha tenido cojones a alejarme de ti.

He querido hacer planes nuevos cada día con una persona que siempre está en todos ellos, te he visto en todas partes, aunque no estés en ninguna.
Pero las ganas no se borran ni con aguarrás.
Y sigo amando los mismos ojos aunque no los mire.
Sigo queriendo la misma piel aunque no la toque.
Sigo deseando los mismos labios aunque no pueda besarlos.
Sigo queriendo ver el mismo rostro cada mañana, y cada noche.

Aún sueño despierta con tus pestañas cerradas a mi lado, rozando mis mejillas.
Con tu voz susurrando mi vida en tu boca.
Con tus colmillos afilados mordiéndome hasta el alma.

Y siempre te llevo conmigo a dónde quiera que vaya, quizá no sea
muy cerca, pero sí muy dentro,
justo en el lado izquierdo de mi pecho. Justo en el epicentro de mi andar.
Te llevo en mi mente, siempre en mi mente.

La distancia, la misma que une nuestras palabras y separa nuestras manos,
atravesando mi pecho en un volveré.
Hasta pronto, espero.

La misma que arde dentro de mí, simplificando todo a echarte de menos, a echarme de menos.

Esa que cada noche se convierte en el monstruo bajo mi cama, y me come por los pies.
Esa, la cual debo combatir,
la cual venzo a cada hora que pasa.
Por la cual estoy dispuesta a luchar hasta mi último aliento.
Dispuesta a combatirla siempre que la recompensa seas tú.

Ya sabes que aquí te espero.
Cada vez que tengas miedo de tus fantasmas, cuando tenga miedo de los míos,
Cada vez que te des la espalda, yo estaré en todos los frentes.
Cada vez que algo se tuerza, yo lo voy a colocar en el lado perfecto.
Cada vez que el vaso se vacíe, voy a llenarlo hasta reventar.
Porque voy a quererte hasta reventar.
Porque voy a reventar de tanto quererte.
Y te voy a querer tanto que tú vas a quererte a reventar.

Te espero, para ver juntos como desaparece.
Para admirar todo lo que hemos construido mientras jugamos al escondite contra el mundo en nuestras sábanas.

Y no, no me importa cuánto, ni cuándo ni dónde mientras el destino sea siempre nosotros.