viernes, 21 de mayo de 2021

Amor y literatura.

Hoy, quiero agradecer a todos los pedazos que nos hicieron posibles. 
Hacerle una reverencia a todas las identidades que me trajeron hasta aquí, 
para reivindicarnos y proclamarnos héroes de todos los misterios que están por llegar.


Quiero agradecer al tiempo pausado que se posó en estas manos repletas de nada; 

a la sintonía que dio sentido a una vida armónica; 

al efecto mariposa que unió nuestras puertas, 

y nos dio el beneficio de la tempestad.


A estas alas que me dieron impulso hasta tu cielo para fundirme contigo.


Que bonito es mirar el futuro desde tus ojitos cansados.

Peinar las mañanas amanecidas en camas deshechas.

Adoptar nuestras propias manías.

Enamorarnos de todos nuestros defectos.

Picarnos en una lucha para ver quién es más cabezota y descojonarnos después por ser gilipollas.

Que sean mis ganas de comerte lo que te sacie las ganas, y mis besos los que te quiten el hambre.


Tu risa como remedio a todas las preguntas que me hace la tristeza cada noche.

Tus manos calientes como combustible para prenderle fuego a todo y arder contigo.

Querernos como animales sin domesticar, que nos desborde el amor y las ganas.


Cuando te conocí entendí de que hablaba Neruda la noche que escribió sus versos más tristes.

Entendí cómo, según Lorca, una voz podía regar la duna de mi pecho.

Pues conseguiste hacer de mis cenizas, polvo enamorado, de ese que Quevedo envidiaría.


Entendí que contigo quiero estar mientras proyecte sombra mi cuerpo, al igual que Machado,

pues eres la sed y el agua en mi camino.

Los dados eternos de Vallejo dieron por fin, su mejor cara, 

y contigo ya no importan qué tan fuertes fuesen los golpes en mi vida.

Ni siquiera me importa, con mis ojos, no ver en el camino, 

si como Unamuno, los tuyos dan luz a los míos y lo alumbran todo. 

Porque como decía Lope; "quien lleva al sol consigo, ya no teme a la noche".


Entendí que echarme en tu alma dormida era sorprender el secreto del centro del mundo, 

y ahora, el mundo entero tiene ese rumor de primavera del que hablaba Juan Ramón Jimenez.

Porque he hundido en tu boca mi vida 

y el infinito de Miguel Hernández sobre mí se ha volcado.


Porque la primera vez que te tendí la mano, 

la apretaste y retuviste, 

y sentí que mi cuerpo había vivido hasta ese instante mudo y sin música.


Y ahora, como Galeano, tengo esta necesidad imperiosa de decir que contigo 

soy más feliz de lo que en los libros dice que se puede.