lunes, 29 de agosto de 2016

Nada más.

A veces la vida viene y me abraza con tus brazos.
Y la veo tan de color de rosa que apenas distingo algo que no seas tú.
Y me maravilla cada uno de los pasos que he dado. Hasta ti. Hasta nosotros.

No he encontrado nada que se le parezca a la sensación de soñar contigo y al despertar ver que no era un simple sueño.
Que me cures las pesadillas.
Que estés ahí para recordarme que eres tan real como lo que siento.

No he encontrado nada que se le parezca a la forma en la que me miras, y me tocas, haciéndome olvidar el cartel de frágil que siempre ha estado pegado en mi frente.
Nada que se le parezca a tu risa, cualquier otro sonido me parece insignificante.

No hay nada, absolutamente nada, parecido a verte dormir a mi lado, acariciarte la barba y el pelo mientras miro tus párpados cerrados.
Y hacerte cosquillas en cada hueco.

Grabar en mis retinas cada gesto y quererte como si fuese a salvarte la vida.

Que me beses la espalda cuando te despiertas.
Despertarme con tus labios grabados en la piel.
Besarte hasta no poder más.

Echar de menos cada minuto que no he pasado contigo.
Descubrir cada uno de los aspectos que te hacen ser tú.
Como la marca en el labio inferior.
Como el lunar de tu cuello.
Como que me hagas pucheritos para besarme.
Que me muerdas las mejillas.
Y que te acaricies el bigote antes de hablar.

Que sé, y estoy completamente segura de que no me equivoco si llamo a tu pecho hogar, que ya he aprendido eso de que: "cualquier lugar es mi casa si eres tú quien abre la puerta".

Que una vez dudaste de si podrías hacerme feliz.
Y no sabes lo feliz que me haces, todo lo que soy contigo y gracias a ti.
Nunca dudes de tus capacidades porque son tan grandes como tú siempre las desees ver.

Quiero compartir mis sábanas contigo. Quiero compartir mi vida contigo.
Quiero compartir todos mis recuerdos presentes, pasados y futuros contigo.
Quiero que entiendas que tú eres mi bien mayor, mi buena suerte.

Que me lleves al mar y me llames sirena.
Cogerte de la mano y decirte: ven, vamos a perdernos.
Huir siempre hacia ti.
Acomodarme en tu pecho y sentirme reina de mi propio castillo. De mi propia vida.
Que sepas a sal y a todo lo que quiero.
Y no conocer mas olor que el de tu nombre.

Porque no hay nada, absolutamente nada,
que se parezca a ti.

Te quiero, y me siento orgullosa de ello.
Y qué importa ya gritárselo a un papel cuando puedo decírtelo a la cara.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Calma y tempestad.

¿Y qué hacer con el mundo cuándo desaparece lo único que te evadía de él?
"No mires atrás", pero los recuerdos me siguen pisando los talones, siempre han sido más veloces.

¿Cómo? Dime, ¿cómo no voy a mirar atrás cuando todo lo demás se ha convertido en polvo? En cenizas de las que nada renace.

Paso los días regrabando tu voz en mi memoria, y ahogando el tacto de tus manos en nudos de garganta.
Y luego me voy a la cama como si al día siguiente todo fuese a cambiar.

Le grito a estas sábanas vacías que me alivien los sueños y arropo a las sombras que pueblan mi colchón, en tu lado de la cama.
Y me imagino que daría mis siete vidas de gata a cambio de otra de tus guerras, tenerte una vez más,
aunque solo sea un rato...
Entonces pienso que sí, que siempre amanece, pero el sol ya no se pasa por mi ventana.
Y tú tampoco.

He dedicado mi esfuerzo en pulir te quieros a medias, sin darme cuenta de que la batalla estaba perdida en el momento que tuve que pedir que te quedaras.

Se me han quedado cortos todos los besos que te di y por si te lo preguntas, aún espero que vuelvas. 

Y en esta noria de vida,
sigue tu hueco en mi pecho.
Sigue tu voz haciendo eco en cada hueso que me parto, y en cada momento que me rompo.
Y no consigo arrancarme el pitido ensordecedor.

He tirado a la basura noches dando vueltas en la cama esperando que en uno de los giros aparecieses tú. Pero no te encuentro ni en los bordes de mis dedos.

A veces creo que todo fue un mal sueño, que me despertaré en mi antigua vida (cuando aún se le podía llamar "vida") y nada habrá pasado, que despertaré y seguiré siendo la persona que siempre quise ser y creí que era.

Te quiero, y no es tu culpa.

Te quiero, y no es suficiente.

Lo siento.
Por no ser capaz de ahogar tus penas y miedos.
Por no calmar el fuego que te arde tan dentro que me quema.
Por ser el mar en el que las olas se desvanecen sin siquiera antes romper en la orilla.
Por la calma y la tempestad, por agitar mi marea con cada flaqueo.
Aún espero el mensaje embotellado, ese que consiga apagar todos los faros y encender nuestra noche.
Aunque eso signifique romperme las manos con sus cristales.
Aunque signifique partirme la vida en cada trozo que caiga al suelo.

Ni si quiera aunque eso signifique ser yo la que caiga al suelo y se parta en trozos.

Lo dicho, el mundo no me evade, quizá tengamos que inventarnos uno nuevo.