lunes, 31 de octubre de 2016

Octubre.

Octubre llegó pegando fuerte, cargado de promesas y sueños rotos.
Se puso el disfraz de héroe con todos tus besos por bandera.
Pero tras la máscara escondía miles de dudas.
Y tan solo resultó ser la realidad que venía para buscarme.
Llegó pegando fuerte, y acabó por partirme los dientes.

Octubre no creía en nosotros, a pesar de que yo lo hiciera.
Quiso apartarnos de golpe, prepararnos para el frío que inundaría nuestras vidas,
haciendo que nos saliese desde dentro.

He creado una hoguera en mi corazón, para refugiarme de las noches sin ti.
Pero arde cada vez que te piensa, y ha acabado por quemarlo todo.
He intentado recoger las chispas, apagar todas las cenizas, pero están por todas partes.
Algunas incluso esperan que algo (tú) las vuelva a encender.

Desde entonces le tengo fobia a las estaciones,
a los trenes que se alejan (de mí),
a verte en todos los vagones.
Mi vida subió aquel día contigo,
y aún no ha vuelto a aparecer por aquí.
No ha encontrado ninguna parada en la que bajarse que no sea en la tuya.

Condenada a vagar bajo los raíles buscando tus sábanas.
Nos veo en todos los amores lejanos,
que se abrazan un minuto antes de separar sus manos a cientos de kilómetros.
Con el calendario bajo el brazo, la tristeza en los ojos y las ganas en los labios.
Contando todos los días que faltan para repetir ese jodido momento, una y otra vez.

Octubre se ha marchado sin despedirse,
y ha manchado todas las despedidas.
Pero no sabe que tener que decirte ''adiós'',
me ha dejado una cicatriz tan profunda en la garganta,
que asoma cada vez que habla de ti...o de mí.

Octubre ha dejado todo roto,
ha roto las fotos,
aquella botella tan llena de mar, en la que acabé ahogándome,
y ahora se desborda en alcohol, inundando toda mi habitación de ti,
pero sin curar nada.
-y aún no he aprendido a nadar en tu recuerdo-.

Ha roto todos los mensajes,
las palabras,
tu voz, ha roto tu voz.

Ha roto este otoño,
y a mí se me están cayendo todas las hojas, si no puedo quedarme a vivir en tus raíces.
Lo has marchitado todo, hasta este poema.
Pero sé que el invierno lo congelará todo, con la esperanza de florecer en primavera.

Octubre ha roto la distancia que nos separaba,
rompiéndonos,
pero rompiéndome a mí.

Ahora paseo por las calles, mientras veo tu sombra,
y pienso que debí haber dado un portazo al salir,
no para saber que me estaba yendo, si no para creérmelo.

Para dejar de jugarme la vida en los andenes,
y comenzar a vivirla.
Para dejar de pelear por causas perdidas,
y encontrarme.
Para dejar de luchar contra-reloj,
y ponerlo en hora.

Aunque nunca más marque la nuestra,
aunque todos nuestros relojes estén siempre desincronizados,
incluso aunque ahora estén parados en el exacto momento que te marchaste.

Siento que me he salido del camino, y ya no estás para guiarme.
Que tengo que construir uno nuevo para empezar sin ti.
Que he de volver al principio para recordar cómo se dormía cuando tú no estabas,
cómo se reía, cómo solía ser.

Que fácil fue romperlo todo,
para después decir ''no quiero algo roto''.
Que fácil estropearlo y rechazar un amor estropeado.

Tenías razón, nos faltaba algo.
Pero no era algo, era alguien: tú.

Lo teníamos todo para ser felices, menos tus ganas de serlo.

Tarde tiempo (y muchas hostias más) en darme cuenta,
de que la oportunidad debía dármela a mí, y no a ti.
Pero vivía en un continuo: ''me equivocaría otra vez''.
Y aún no sé cómo restar tu mitad, a la mía,
para volver a estar completa...
porque nos desgastamos tanto que olvidé recomponerme.

Octubre...me has roto, joder, me has roto.





viernes, 14 de octubre de 2016

Cuentos de hadas.

Cuando sabes que se avecina una tormenta cualquier sonido desaparece,
tienes a tu cabeza tronando esperando el rayo que decida partirte en dos.

Sabes que se avecina una tormenta cuando el suelo de tu mundo comienza a temblar pues han reventado todos los cimientos que lo sujetaban,
y de repente te sientes inestable y profundamente desencajada.
Como si fueses a tropezar con sus ojos en cualquier momento.

Entonces no se te ocurre otra cosa que pararte a observarla,
con el universo en una taza de café abrigando tus manos.
Cierras los ojos tan fuerte que supere a la oscuridad que te rodea.

Y deseas que pase,
tan fugaz como todas las miradas perdidas,
como el relámpago que cae y destruye tu hogar.

Dejas que se amontonen todos los recuerdos en tus párpados,
que se proyecten todos aquellos momentos por los que fuiste lluvia y luz.
Y esperas que el mismo viento que te empujó hacia atrás los elimine sin rastro posible.

A veces me gusta escucharlo,
me habla de cielos en los que ya no me encuentro, de ciudades que desenterré y de pieles en las que un día me vi.

Me cuenta muchas historias,
dice que yo antes mataba gigantes,
que luchaba contra los monstruos en tu cuarto.
Dice que tuve cientos de aventuras, que encontré el tesoro escondido, con el mapa que encontré en tu cuerpo.

Que me adentré en la cueva de tu boca y me perdí tantas veces que cuando encontré la salida había envejecido cien años más.
Que crucé cada uno de los laberintos de tu mente y dejé un poco de mí en todos ellos.

Aún no me lo creo,
pero me ha contado que la magia existe, que estaba escondida en todas tus palabras.
Que desapareció el día que dejé de creer en ti.
Y desde entonces todas las hadas del bosque quieren resucitar -como yo-.

Dice que también luché contra el dragón de tu castillo,
que vencí cientos de veces pero siempre resultaba ser más un ave fénix que resurgía de sus cenizas para buscar una nueva guerra.

Cacé tantos fantasmas que a día de hoy tengo miedo, y no he logrado espantarlos.

Encontré realidades paralelas y fuimos felices en todas ellas,
tanto que acabé confundiendo realidad con ficción, y aún me quedan secuelas, pues a veces me parece verte en todas partes.

Al final, ninguno de los dos se rindió y tuve que buscar una paz que nunca pensé que pudiese estar fuera de ti, la mía propia.

Desde entonces no he vuelto a oír de cuentos de hadas, ni de príncipes teñidos de gris, ni de fieras bestias que casi arrancan mi fiereza.

Porque me he dado cuenta de que no todos los finales felices terminan con un "...y comieron perdices", si no que también lo son los "...y supieron decirse adiós a tiempo".

Desde entonces...cierro siempre la ventana, por si un día decides volver.

martes, 11 de octubre de 2016

Lo siento.

Hace tiempo que convertí mi vida en un bar de apuestas, jugándome el corazón cada noche, doble o nada. Siempre nada.

Lo siento, hoy no me sale la voz, estoy intentado camuflarme entre tus cosas.
Entre los recuerdos que no te llevaste.

A veces repito aquel dolor en bucle,
me pongo en la misma situación cientos de veces, solo por no olvidar nunca que fue real.
Aunque sea exactamente lo único que quiero olvidar.

A veces no puedo evitar sentir compasión por el ovillo que fui entonces.
El manojo de rabia y llantos.
No puedo evitar ponerme en su lugar y odiar todo lo que me llevó hasta aquello.

Entonces te miro y deseo con todas mis fuerzas olvidar, no repetirlo nunca.

He intentado toda mi vida ponerme en pieles ajenas, convertirme en personas que nunca conocí y aún así han condicionado mi vida en cada momento.

Me he creído el fantasma de amores pasados,
espejo roto que no refleja ni un poco de lo que fue.

Me he puesto el listón tan alto que se me ha ido de las manos.
Y a veces todo quema tanto que siento que va a explotar.

Lo siento,
por ser lo que soy,
por no ser nada más.

Por ser la mitad de un puzzle perdido.
Que ni yo misma he encontrado.
Por ser el sucedáneo en tu vida.
O por creerlo.

Llevo toda mi vida siendo una sombra.
Teniendo miedo de la luz que ha podido asomar en mí,
y rechazándola como si fuese una enfermedad.

Siento ser los restos de lo que me queda.
Aún no sé si me conoces a mí o a los restos del pasado.
Aún no sé si me conozco a mí o he comenzado a desconocerme.

jueves, 6 de octubre de 2016

Sustituto.

Siempre, siempre,
hay un sustituto detrás de todo lo que hago.
Un doble yo, mi álter ego,
acechando como una sombra,
esperando a que me equivoque e impidiendo que me entregue por completo a cualquier cosa.

Ese que me provoca para luego echarme en cara todos mis fallos.
El que me hace ser precavida cuando tengo miedo.
El mismo que me hace tener miedo.

Siempre está ahí cuando algo me sale mal, pero lo que no sabe es que en la mayoría de veces todo sale mal por su culpa.

Me frena cada vez que algo palpita demasiado aquí adentro y me para la vida tantas veces como golpes llevo.

Es el error, la incógnita, la respuesta y nunca una posible solución.
Es la balanza desequilibrada que me mantiene lejos de mí.

He intentado combatirlo, pero me mantiene tan despierta de la realidad que si acabo con él;
asumo que he acabado conmigo.