Puede que al final tuviese que irme.
Apagar aquella luz en tu mesilla para no volver a encenderla nunca más.
Para que tú la enciendas y no sea yo a quién encuentres a tu lado.
Puede que no fuese de la mejor forma, que necesitase sacar la rabia de mis adentros para encontrar toda mi fuerza.
Que no fuese capaz de decirte adiós en silencio y sin que sonase bruscamente.
Puede que me haya marchado pero sigo estando en cada una de las líneas en las que fuiste protagonista.
Que no me he olvidado del espejo que nos reflejaba como si fuésemos dos personas unidas siempre en distintos lugares. En distintos puntos de cada una de sus vidas.
Como si estuviesen destinados a no coincidir en ninguna de ellas.
Puede que esté intentando borrarte a fuerza de golpes.
Que me haya dejado estas manos vacías en recuerdos baratos.
Te has caído del trono y la mejor forma de coronarme fue no queriendo ser la reina, si no la guerrera que luchaba por arrancarte su amor propio.
Puede que haya aprendido la lección de una vez por todas.
Que esté mirando más allá de tu espalda.
Que ya no te imagine cada noche.
Puede que ya no te vea regresar por cada esquina, y lo mejor es que puede que no lo quiera.
Que no me siento a esperarte en la ventana, ni te busco en mi ropa.
Puede que nos haya costado tanto decir que no, porque un día nos proclamamos cobardes, y no quisimos afrontar que habíamos muerto.
Que he encontrado la valentía para querer resucitar,
que lo siento,
pero tenía que dejarte atrás antes de perderla por completo.
Que te siento,
aunque esté olvidándote.
Puede que al final acabáramos por manchar esta historia,
y que hoy tan solo siga siendo una mancha sobre un lienzo en blanco.
Puede que esto sea solo el comienzo, y que todo esté a punto de empezar.
Que mañana esa misma mancha se convierta en una bonita pintura,
y alguien decida llamarla arte.