Creo.
Que aún no he conseguido acostumbrarme a la distancia.
Y que aún no me he atrevido a hablar demasiado en voz alta de ella
ni a plasmarla en mis notas.
La estación se ha convertido en el sitio que más amo y odio a la vez.
Pero siempre estaría dispuesta a coger todos los trenes que me llevaran a ti,
a cualquier hora de cualquier día.
Y es que es la primavera la que no ha vuelto a mi cama desde que no me rozan tus pies,
las sábanas se han quedado heladas,
y no consigo hacer que nada florezca si no son mis manos en tu pelo.
No he conseguido hablar de la distancia
por miedo a que me den ganas de mandar a la mierda el calendario
y tirar a la basura todos los recuerdos que nos quedan.
Pero luego recuerdo nuestros abrazos tras un tiempo sin vernos y se me pasa.
Has conseguido que el tiempo transcurra lento
y se pare cada vez que te echo de menos y sé que mañana y mañana
- y mañana -también.
Y no consigo borrar esa sensación en las despedidas de que va a ser la última vez
que pueda tocarte por más que me frote los ojos.
Aún así intento impedir que se me emborrone más la vista
y no pueda ver cómo dices: "pronto nos volveremos a ver",
mientras yo me muerdo la lengua para no decir: "quédate un rato más".
Que sí.
Que a veces los días parecen años.
Que sólo obtengo palabras en una pantalla cuando necesito un hombro en el que apoyarme.
Que a veces las lágrimas desbordan y no puedo retener más tiempo dentro de mí.
Que se acumulan los kilómetros y cada vez siento perder más gasolina.
Pero no sería capaz de imaginarme ni un solo segundo que no haya gastado a tu lado.
Por muy lejos que quede todo.
Te siento cerca.
Aunque de repente te vuelvas noche, dobles las distancias, y me sienta luna.
Porque siempre vuelves a dar luz.
Y me sobra todo lo que venga después del tú y del yo.
Y es que, la verdad, nunca cambiaría ni uno de todos los días al mes a tu lado, por cientos de días contiguos sin ti.
@MariaTBLennon